Por John M. Ackerman
MÉXICO, D.F.- Acciones “populistas”
son aquellas que a primera vista dan la impresión de ayudar a la población pero
que en el largo plazo lastiman profundamente a la sociedad. Estas políticas
irresponsables y engañosas buscan el aplauso fácil en lugar de resolver los
problemas de fondo. Tanto el Buen Fin como el Teletón cumplen cabalmente con
esta caracterización.
El Buen Fin no busca ayudar a la
economía popular, sino facilitarles ganancias a las empresas monopólicas. Por
ejemplo, muchos establecimientos prefieren ofrecer pagos “a plazos” en vez de
descuentos reales. Así, las grandes empresas pueden deshacerse más fácilmente
de los inventarios acumulados a lo largo de este año de franco estancamiento
económico. Y cuando sí se ofrecen descuentos reales, normalmente éstos apenas
emparejan los precios nacionales con lo que se cobra por exactamente los mismos
productos en Estados Unidos. Para realmente beneficiar al pueblo, las ofertas
tendrían que ser permanentes en lugar de temporales y al gusto de los
oligarcas.
El Buen Fin también fomenta
peligrosas prácticas de endeudamiento personal al estimular la utilización de
las tarjetas de crédito. Y con el sorteo en el que la Secretaría de Hacienda
“reembolsará” una pequeña cantidad a algunos tarjetahabientes, el gobierno
federal convierte la irresponsabilidad ciudadana en política pública. Asimismo,
las ganancias para los bancos por concepto de intereses, cobros y comisiones en
tarjetas de crédito durante los próximos meses constituirán una enorme
recompensa para la oligarquía por su “generosa” participación en el programa. La casa nunca pierde.
En lugar de fomentar el consumo
irresponsable, el gobierno tendría que controlar los abusos de las empresas
monopólicas. Por ejemplo, habría que defender a los mercados populares y a los
pequeños y medianos empresarios nacionales de las grandes tiendas
departamentales trasnacionales que incurren en prácticas laborales abusivas,
corrompen autoridades, repatrian sus ganancias a sus matrices y contribuyen muy
poco al fisco. Estrictos controles sobre los precios de productos de demanda
generalizada también ayudarían a generar un “Buen año” para todos, no solamente
un “Buen Fin” para unos cuantos.
La prensa nacional ha informado que
durante los últimos seis años el SAT ha condonado casi 74 mil millones de pesos
a algunas de las empresas más grandes del país, incluyendo Televisa y Walmart,
por concepto de “créditos fiscales”. A pesar de que el IFAI ha exigido en
múltiples ocasiones al Servicio de Administración Tributaria dar a conocer toda
la información sobre estos créditos, el gobierno federal, primero con Calderón
y ahora con Peña Nieto, se ha negado rotundamente a divulgar los datos. Hoy las
fuerzas de la oscuridad también cuentan con el apoyo de Gerardo Laveaga,
comisionado presidente del IFAI, quien en la votación más reciente sobre el
tema defendió a capa y espada el supuesto derecho de los empresarios más
poderosos del país a mantener en secreto estas millonarias contribuciones
recibidas del gobierno.
La oligarquía no descansa en su
constante afán de expropiar los pocos ahorros de los dignos trabajadores,
estudiantes y profesionistas. Apenas culmine el Buen Fin, iniciará el circo
mediático del Teletón, que tendrá lugar los próximos días. Esta iniciativa es
igual de engañosa que la primera. Su principal propósito no es ayudar a los
niños con dificultades, sino reducir la carga fiscal y mejorar la imagen
pública de la televisora más abusiva de la nación. En vez de donar a Emilio
Azcárraga los pocos ahorros que pueden quedar después de los gastos del Buen
Fin, podríamos ahorrarlos para invertir en proyectos de autogestión familiar o
comunitaria que beneficien a todos.
Sin duda existen muchos niños con
grandes necesidades que deben ser atendidos. Pero no son los ciudadanos de a
pie quienes tienen la obligación de resolver estos problemas con sus reducidos
ingresos: es tarea del gobierno, que supuestamente nos representa a todos. Las
autoridades deberían eliminar la evasión fiscal, cancelar los paraísos fiscales
y, en general, recaudar más impuestos a los grandes empresarios para poder
cumplir con sus responsabilidades sociales mandatadas por la Constitución.
En vez de distraernos con el circo
mediático del Buen Fin y el Teletón, habría que inspirarnos con el digno legado
de la Revolución Mexicana, cuyo inicio celebramos este 20 de noviembre. Hoy que
la oligarquía cada día ingenia nuevas trampas para vaciar nuestros bolsillos,
convendría buscar nuevas formas para seguir el digno ejemplo de grandes
luchadores sociales como Emiliano Zapata y Pancho Villa, a quienes debemos
mucho más de lo que imaginamos.